Vivan las fiestas.


Vivan las fiestas y la ruina que a muchos traen cuando estas terminan. Vivan las fiestas y olé.

Andalucía.


Andalucía: La Tierra más rica de España y la que está habitada por los hombres más pobres, lamentable. Pero con una feria o romería todo se arregla.

La calle Imperial de Sevilla.


La calle Imperial de Sevilla debe su nombre al canónigo  D. Antonio Imperial que vivió en ella en 1564, quien llegó a ser Juez previsor del Arzobispado y predicador de la Santa Iglesia Catedral. 

Otros historiadores sin embargo no coinciden con este nombre, lo hacen con el del poeta Micer Francisco Imperial.
Destaca de esta calle la casa propiedad de la familia Ibarra, que cuya fachada da a la Plaza de San Leandro, con una bellísima portada de piedra con dos capiteles sobre los que se encuentran colocados dos fustes con cartelas.

La calle Alfonso XII de Sevilla.


Esta calle recibió durante la Reconquista el nombre de Armas, sin saberse si fue por un Hospital que en ella se encontraba del gremio de los armeros o por los escudos de armas que los nobles colocaban en la fachada de sus casas. 

La calle mantuvo su antigua denominación hasta 1889, a la que se le puso Alfonso XII en honor al rey, y en 1931 se le cambió pasándose a llamar 14 de Abril en recuerdo de la fecha en que se proclamó la Segunda República, volviéndose a llamar Alfonso XII en 1936.

Al final de esta céntrica calle estaba la Puerta Real, una calle que hay que destacar la casa del Conde Galindo, conocido como de Andueza de estilo neoclásico con una bellísima portada con columnas. Encontrándose también entre sus edificios el ocupado por la Escuela de Estudios Hispanoamericanos, antigua sede del Colegio de los Ingleses que fue fundado por la Compañía de Jesús para educar en la religión y en la fe católica a los jóvenes procedentes de Inglaterra por estar allí prohibido el catolicismo.

Escuela de Estudios Hispanoamericanos.

Curiosidades sevillanas . La calor y el sueño.


Por las noches de Verano en Sevilla igual que en otros sitios, antiguamente para quedarse un rato al menos dormido ante la sofocante calor se colgaba en un lugar próximo un grillo enjaulado, si, cuyo repetitivo cricrí actuaba como relajante para quedarse uno un tiempo  relajado.

 Ya saben, ni aire acondicionado ni nada por el estilo, acudan al grillo.